miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL TRANCE HIPNÓTICO




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El estudio de los fenómenos hipnóticos pertenece hoy día por entero al dominio de la psicología normal, aunque en algunos países los psiquiatras también han entrado en este apasionante tema, siendo muy numerosos los artículos que en sus principales revistas especializadas, científicas y médicas, se publican sobre la hipnosis. Esto ha ayudado a la disponibilidad creciente de instrumentos y métodos aptos para discernir entre lo que hay en la hipnosis de realidad fáctica y de exageradas pretensiones. Por supuesto que no han desaparecido los espectáculos de "hipnosis teatrera", de mero entretenimiento; pero los nuevos datos revelan que la fuerza de la sugestión hipnótica, cuando se utiliza correctamente, puede alterar procesos cognoscitivos tan distintos como la memoria y la percepción del dolor, asi como aliviar una gama de trastornos y padecimientos del hombre y la mujer modernos.

Separemos un poco el grano de la paja

Para estudiar bien un fenómeno ha de disponerse ante todo de una manera de medirlo. La vara de medir en el caso de la hipnosis son las escalas de susceptibilidad hipnótica de las diversas personas, de gran tradición en la disciplina desde sus comienzos en el siglo xix, siendo las más usadas actualmente las escalas Stanford.

Lo que la hipnosis es

Investigadores con muy diferentes perspectivas teóricas concuerdan hoy sobre varios principios fundamentales de la hipnosis. El primero es que la capacidad individual de responder a la hipnosis es notablemente estable durante el período adulto. Hilgard realizó un estudio a largo plazo en el que se volvió a someter a las pruebas a los mismos sujetos durante muchos años, con el resultado de que las puntuaciones obtenidas según las escalas eran casi las mismas que hacía 10, 15 o 25 años.

La sensibilidad de una persona a la hipnosis permanece también constante frente a las características del hipnotizador. La edad y la experiencia de éste influyen poco o nada en que un sujeto pueda ser hipnotizado, como tampoco lo hace que sea hombre o mujer. Tampoco el éxito de la hipnosis depende ni de que el sujeto esté muy motivado ni de su particular voluntad. A un sujeto muy sensible se le podrá hipnotizar en muy diversas circunstancias experimentales o terapéuticas, mientras que otra persona menos susceptible no quedará hipnotizada por mucho que se esfuerce en lograrlo. Las actitudes y las expectativas negativas pueden, con todo, dificultar la hipnotización.

Los sujetos hipnotizados no se comportan cual pasivos autómatas, sino que son más bien activos resolutores de problemas, incorporando a su conducta sus ideas morales y culturales y mostrándose sumamente sensibles respecto a las expectativas expresadas por el hipnotizador.

Lo que la hipnosis no es

A medida que se va sabiendo más acerca de la hipnosis se descubren también cosas que disipan algunas reticencias sobre esta técnica. Una de las objeciones contra ella es la de que consiste simplemente en una imaginación muy viva. En realidad no parece que sea así. Muchas personas muy imaginativas no son buenos sujetos hipnóticos y no se ha podido encontrar relación alguna entre ambas características.
El cargo a la imaginación proviene de que a muchas personas hipnotizables se les puede inducir a que experimenten alucinaciones auditivas y visuales con gran verosimilitud.

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